Historia
Primeros vestigios
La primera huella de la existencia de personas en nuestro término jurisdiccional se manifiesta en los diversos yacimientos de la Estación Megalítica Placencia-Elosua, ubicada en el cresterío del cordal de Mazelaegi, antiguo topónimo de la misma, hoy en día sustituido y desvirtuado por la impersonal acepción de "mendi-gain". Esta primera noticia, correspondiente a una secuencia cultural Eneolítico-Bronce, presenta problemas de fijación cronológica ya que el Megalitismo constituye un fenómeno que abarca un gran espacio tanto cronológico como geográfico; no obstante dentro de una datación aproximada la podemos enmarcar en el III milenio antes de Cristo.
Posteriormente no existen referencias ni signos de actividad humana en nuestra localidad hasta la plena Edad Media, lo cual no quiere decir en absoluto que esa carencia se deba a la falta de asentamientos humanos, ya que por referencias suministradas por geógrafos de la Antigüedad como Ptolomeo, Estrabón, Pomponio Mela, etc., sabemos que nuestro territorio estaba poblado por los Caristios, grupo étnico asentado entre los ríos Deba y Nervión. Es realmente curioso comprobar que, aún hoy en día, quedan vestigios de esta primera ubicación, uno de los cuales se manifiesta en la práctica correspondencia entre la extensión que abarca el dialecto vizcaíno autóctono con la antigua delimitación caristia.
De conformidad con las viejas estructuras administrativas creadas por los romanos, nuestro territorio queda englobado en el "conventus" de Clunia. Estas estructuras van a perdurar a través del Medievo, sobre todo en las demarcaciones eclesiásticas y prueba de ello fue la dependencia de nuestro municipio del arciprestazgo de Durango.
Según todos los indicios, tras la invasión visigoda y la resistencia vascona a su monarquía, se alteraron las divisiones administrativas romanas citadas, quedando adscrita nuestra zona a un gran territorio que recibe el nombre de Cantabria, topónimo cuyas reminiscencias se perpetuarán hasta la misma Edad Moderna en nuestra área de influencia -así a menudo nuestra industria armera recibía el nombre de "Reales Fábricas de Armas de Cantabria".
Posteriormente y aún durante época altomedieval queda encajada nuestra zona en la Alaba condal, ejerciendo el Bajo Deba de salida más próxima al mar así como de frontera con la antigua demarcación guipuzcoana, razón por la que a la hora de otorgamiento de las cartas-puebla a Elgoibar, Eibar y Placencia en pleno siglo XIV su territorio era conocido por el nombre general de Marquina. Este amplio condado que sufre continuas modificaciones territoriales y en cuyo dominio se alternan navarros y castellanos, es gobernado mediante un régimen de tenencias o entidades administrativas menores. Así en un diploma que data de 1053, figura al frente de la comarca del Duranguesado, a la cual estaba adscrita la cuenca del Deba, un conde llamado Munio Sancho -"comite Munio Sançis in Turanko"- en nombre del rey navarro García -"regnante rege Garsea in Pampilona et in Najera et in Alaba et in Castella Vetula...".
Durante los años 1135 y 1199 se establece otro período estable de dominación navarra de nuestra zona, a pesar de las disputas territoriales surgidas entre los reyes navarros y castellanos, especialmente entre Sancho VI y el castellano Alfonso VII, y los inmediatos sucesores de ambos, que obligan en 1179 a signar el oportuno tratado de paz entre ambos reinos, por el cual fijan como frontera la Marquina del Bajo Deba insertada en la tenencia o provincia de Durango -Insuper ego idem Adefonsus, rex Castelle, quitavi vobis Sancio, regi Navarre, el successoribus vestris, Alavam in perpetuum pro vestro regno, scilicet de Ichiar et de Durango, intus existentibus..."-. Durante la mayor parte de este período a que hemos hecho mención, son los condes Ladrón y su hijo Vela, los que ostentan la tenencia de nuestra zona en nombre del rey.
En los primeros días del año 1200, en el asedio del rey castellano Alfonso VIII a Vitoria, consigue del rey navarro la incorporación a la corona de Castilla de los territorios de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, lo que traerá otras relaciones de poder y consecuentemente otras definiciones territoriales que afectarán a nuestra zona y a la postre significarán su adscripción definitiva a la provincia de Guipúzcoa. Así Alfonso VIII como premio a los servicios extraordinarios prestados en la contienda de las Navas de Tolosa de 1212, entrega a don Diego López de Haro el Duranguesado para que lo agregue a su señorío de Vizcaya; entretanto el valle del Deba queda en una especie de "tierra de nadie" bajo jurisdicción de poderes locales como pueden ser el de los Olaso de Elgoibar en nuestra área intitulada Marquina, o el del conde Guebara de Oñate en el curso alto del citado río.
A través de un libro impreso el año 1594 en Valladolid, en el que se recogen antiguas declaraciones de diversos soraluzetarras, se desprende que hacia el año 1165 el rey navarro Sancho VI el Sabio, realizó una visita a un pariente suyo residente en el lugar de Irure de esta jurisdicción, a la vez que aprovechaba para ejercer funciones de inspección de sus territorios. Por lo tanto, mediante esta noticia constatamos ya en pleno siglo XII la existencia de poblamiento disperso en nuestros límites jurisdiccionales, que evidentemente todavía no se habían concretado.
El siguiente vestigio de actividad humana nos los proporciona un antiguo cronista de la provincia llamado Lizaso, que nos da cuenta de la existencia de una iglesia en Soraluze para el año 1207, lo que evidencia un asentamiento humano alrededor de la misma, que sería el primer germen de poblamiento en el futuro núcleo urbano. Las referencias a esta iglesia se repiten los años 1263 y 1297, con motivo de la ratificación del patronazgo de la misma por los reyes de Castilla a los parientes mayores de la casa de Olaso de Elgoibar.
Pero la confirmación de la existencia de poblamiento urbano y de una organización municipal efectiva, nos la proporciona el libro impreso en Valladolid antes citado, que nos da cuenta de que un tal Pedro Ruiz de Aguirre ostentaban el año 1339 el cargo de alcalde de la localidad. Todavía en esta época se le reconoce a nuestra villa como asimilada en la tradicional unidad territorial denominada Marquina compuesta por su actual término más los de las vecinas villas de Eibar y Elgoibar, aunque ya no dentro de la tenencia duranguesa, sencillamente porque ésta había desaparecido en el primer cuarto del siglo XIII, absorbida por la Vizcaya nuclear, como anteriormente ha quedado apuntado. Dentro de ella, Elgoibar y Placencia son ubicadas en la Marquina de yuso o abajo, mientras Eibar en la de suso o arriba, lo que confirma la primigenia dependencia de estos pueblos de un centro de poder político que radicaba en suelo vizcaíno.
Etapa fundacional
El rey castellano Alfonso XI oficializa la constitución de la villa otorgándole la oportuna carta-puebla en el real sitio de Algeciras el 15 de octubre de 1343. Suponemos que esta concesión real se efectuaría a instancias de vecinos que al mando del merino mayor, Beltrán Vélez de Guebara, se encontraban batallando contra los musulmanes en el citado lugar de Algeciras.
Según los antiguos cronistas, por este privilegio - actualmente desaparecido - el rey ordenó a los moradores de Herlaegia y Soraluze que fundasen villa y que la cercasen, otorgándoles las prerrogativas del fuero de Logroño y los términos correspondientes e imponiéndole el nombre de Placencia.
Ignoramos los motivos de dicha imposición, ahora bien todo apunta que deriva de la misma condescendencia real, del "ut placeat", aunque tampoco podemos olvidar la influencia que en la corte regia de Alfonso XI ejerció el "Consejo del Rey" o círculo reducido de personas que le aconsejaban y que desplegó gran actividad durante las campañas contra los moros, en cuyo ámbito destacaba la influencia del epíscopo don Benito de la sede extremeña de Placencia, razón por la que pudo imponer el apelativo de su episcopado.
La concesión de esta carta-puebla a nuestro pueblo evidencia la ya absoluta desvinculación del mismo con territorio vizcaíno, ya que anteriormente en 1299, otra villa del litoral vizcaíno había recibido el mismo privilegio con idéntico nombre - se trata de la actual Plentzia -, siendo impensable la duplicidad designativa en un mismo territorio.
Una vez obtenida la confirmación real, nuestra villa va a iniciar un proceso de acercamiento a Gipuzkoa, propiciado, entre otros aspectos, por las guerras civiles entre los sucesores de Alfonso XI, que a la postre originarán cambios geopolíticos en diversas zonas -derivados en buena parte por las famosas "mercedes enriqueñas"- y la caída de grandes linajes como los Haro, Lara, etc.
Placencia, junto con Eibar y Elgoibar y otros núcleos del Alto Deba, abandonan su antigua y realmente limitada unión geopolítica y acuden a la junta que el año 1397 se celebra en el coro de la iglesia de San Salvador de Getaria, en donde se gesta el embrión de la actual Gipuzkoa. A esta reunión nuestra localidad asiste con el nombre de PLACENCIA DE SORALUZE y es representada tanto Eibar como ella, por una misma persona. Sin embargo, en el ámbito eclesiástico - mucho más inmutable que el político - sigue girando en la órbita duranguesa, como prueba de sus antiguos lazos de dependencia.
Es en esta época - finales del siglo XIV - cuando se acometen obras de relevancia, como la construcción en piedra de la iglesia parroquial, en sustitución de la antigua de madera. No obstante quedan mínimos rastros de esta obra, ya que la configuración actual de la iglesia corresponde a las obras que se hicieron en la segunda mitad del XVI y primera parte del XVII, independientemente de que el pórtico y la torre de campanas se comenzaran a construir en 1666 y 1686, respectivamente. Por cierto que la mayor parte del material utilizado para construir, se obtenía de las canteras existentes en la parte zaguera de los primeros números de la actual calle Rekalde.
Industria armera
En el siglo XV va a comenzar a gestarse en nuestra villa una actividad que significará tanto para la misma, que acabará adoptando su apellido. Ella es la INDUSTRIA ARMERA.
Es evidente que el peculiar medio físico de nuestra villa propicia la aparición de fraguas en donde se instalan los talleres armeros, pero va a ser tal el desarrollo de la armería, que la corona -su principal cliente- designa veedores para vigilar la producción.Así en 1573, en la casa construida a primeros de siglo por el escribano local, Juan García de Uribarri y por ello llamada "Uribarrikua", ubicada en la actual calle Rabal, 10, se establece oficialmente el primer almacén real, ya que este mismo lugar al menos 25 años antes que solía ser arrendado por los oficiales del rey para almacenar la producción. Como vestigio del mismo, hasta hace pocas fechas guardaba la memoria popular el término de "Erregetxe zarra" para designar referida casa. El otro vestigio, físico y visible, el "aska", donde aliviaban su sed los cuadrúpedos que efectuaban los acarreos de armas, hace pocos años que fue tristemente desmantelado.
Pero ante el aumento que experimentaba la producción de armas, este "Erregetxe zarra" quedó obsoleto, por lo que los soraluzetarras construyeron otro "Erregetxe" sobre la Plaza Vieja, en el lugar donde se asentaba el antiguo frontón de pelota, iniciándose la obra en 1804 y finalizándose en 1807, que con los continuos conflictos bélicos acaecidos en ese siglo y el desplome de la industria armera, acabó infrautilizado, procediéndose a su demolición y quedando reducido a solar de uso público. Pero no sólo se dedicaba nuestro municipio a la fabricación de armas, sino también los pueblos circunvecinos; ahora bien nuestra villa constituyó el centro hegemónico armero de la comarca hasta el siglo XIX, que tras un cúmulo de adversas circunstancias, lo perdió.
La desaparición definitiva del anterior entramado de las Reales Fábricas de Armas y del sistema gremial articulado en torno a la mismas, fue sancionada mediante real orden dictada en 1865. Sin embargo la producción de armas a gran escala, no desaparecerá porque unos pocos años antes, se había empezado a construir en la calle Baltegieta un emblemático y moderno taller, donde quedará ubicada la empresa privada denominada “Euscalduna”, en cuya constitución cobró un papel fundamental el armero local José Ignacio de Ibarra y la sociedad privada madrileña “Zuazubiscar, Isla y Cía”. Esta fábrica siguió produciendo en gran escala para el ejército, especialmente los afamados fusiles “Remington”.
Pero al poco, en 1873, se declara la segunda guerra carlista, constituyendo objetivo primordial de ambos bandos la ocupación de esta fábrica. Tras los avatares sufridos durante la contienda y la mala situación posterior la empresa mercantil de la “Euscalduna” se disuelve, retomando su proyecto una compañía con capital inglés denominada “Maxim, Nordenfel Company Limited” dedicada a la construcción de cañones y ametralladoras. Posteriormente a principios del siglo XX la compañía inglesa “Vickers” se hace con su propiedad, pasando a denominarse "The Placencia de las Armas Company Limited", bajo la cual se erigen los nuevos pabellones situados hoy en día a la entrada del pueblo por la parte de Sagar-Erreka. Unas décadas más tarde, suceden a los ingleses la actual “Sociedad Anónima Placencia de las Armas”, conocida popularmente como la “Fábrica de Cañones”. Durante este largo periplo, esta gran fábrica, acogió en su seno a multitud de trabajadores de pueblos circunvecinos tales como Eibar, Bergara, Elgoibar, Azkoitia, etc., constituyendo además una especie de taller de aprendizaje del que salieron buen número de personas que posteriormente se establecieron como empresarios en otras localidades.
Por último es de señalar que, los dos grandes símbolos de la industria armera del siglo XIX, esto es, el “Erregetxe” situado sobre la Plaza Vieja y el edificio de la antigua fábrica “Euscalduna”, lugar hoy en día ocupado por el Polideportivo Municipal Arane, fueron demolidos el año 1976.
Industrialización del siglo XX. hasta hoy en día
La importante crisis que afectó al país a finales del siglo XIX, no incidió especialmente sobre nuestro pueblo, puesto que Soraluze en esa época contaba con una industria armera moderna y bien consolidada, siendo de todas ellas la más representativa la gran fábrica "Euzcalduna", creada en 1862 y que a los pocos años pasó a manos de capital inglés, con lo que adquirió, aún si cabe, mayor pujanza.
Prueba irrefutable de que tanto el período de casi tres años de guerra a partir de 1873, como la crisis finisecular, fueron superadas sin especial dificultad por la sociedad placentina, es que en 1896 nuestra villa traspasó la barrera de los 2.000 habitantes y su ascenso demográfico seguió siendo constante.
Pero será en la segunda década de siglo se ponen los jalones de una actividad que durante el resto del siglo XX va a constituir la principal fuente de ingresos de nuestro pueblo y que, pausada pero progresivamente, acabará superando y arrinconando a la secular industria armera. Esta actividad no es otra que la tornillera, que a la postre reafirmará la vocación eminentemente industrial de nuestro pueblo.
Es verdad que aún en el censo industrial de 1929, figuran matriculadas nada menos que treinta talleres dedicados a la armería, pero la mayoría de ellas, una vez finalizada la Guerra Civil del 36, van a derivar su producción hacia el sector tornillero que viviría su punto álgido en la década del 60.
Entre estas empresas procedentes del sector armero que se dedicarán más tarde a la fabricación de tornillería, cabe señalar a Eugenio Argarate, Sandalio Barrenechea, Juan María Arizaga, Amuchastegui, Sacia, etc, que consiguieron un espectacular crecimiento en corto plazo de tiempo, por lo que comenzaron a construir grandes naves industriales en la década del 50 y 60, nutriéndose de mano de obra de la gran inmigración registrada en esas décadas.
Otras, como Pascual Churruca, que se dedicaban a la fabricación de herradura de goma, fueron derivando a partir del suceso bélico hacia el tornillo, actividad en la que actualmente prosiguen.
Además en los sótanos y bajeras de las casas fueron surgiendo infinidad de pequeñas tornillerías, en muchos casos negocios familiares y por tanto, con escaso número de trabajadores.
Sin embargo, algunos de estos antiguos talleres armeros se inclinaron con éxito por otros productos, como la trefilación de materiales, la construcción de utillaje y componentes agrícolas, etc. Este es el caso de Lete y Aranguren, que levantaron nuevos pabellones industriales en la década del 60.
De forma incuestionable la tornillería se convirtió en la actividad hegemónica del tejido productivo soraluzetarra en esta segunda mitad de siglo, aunque seguía manteniendo su presencia el sector armero, sobre todo gracias a la SAPA, que contaba con una amplia plantilla, y otras empresas que siguieron dedicadas a la escopeta como Larrañaga, Sucesores de E. Arizaga, y ya algo más tarde Sarasqueta y Cía (después Indesal), etc.
Fuera de estos ámbitos, también hubo empresas de importancia dedicadas a la construcción de maquinaria como la misma Sacia y Osuma, ambas con plantillas considerables, sin olvidarnos de Alberdi Hermanos, que en la década del 50 comenzó a fabricar sus grandes pabellones en la calle Rekalde, para dedicarse al sector cubertero.
La grave crisis industrial que asoló la comarca en la década del 80 y el consiguiente déficit en inversiones, diversificación del producto, etc, significó el comienzo del fin de todas estas grandes empresas y de muchas de las tornillerías y pequeños talleres auxiliares dependientes de las mismas.
Sin embargo, fueron varias las tornillerías que prosiguieron con su actividad y hoy en día siguiente vigentes, tales como Pascual Churruca, A. Urrestarazu, A. Mendicute, C. Mendizábal, Aras, Treviño Hermanos, Iterga, Lasher, Laga, Vda. de Azcarate, Uzkate, L. Ariznabarreta, Oruesagasti, etc.
Algunas de las grandes industrias trataron de subsistir a duras penas con cambios de nombre y otras estrategias, como es el caso de Lete, Sacia, Alberdi Hermanos o las englobadas en el sector armero, sin embargo todas ellas acabaron desapareciendo. La última gran empresa histórica que venía funcionando en la localidad, la S.A.P.A. (Sociedad Anónima Placencia de las Armas), el pasado año 2005 abandonó las instalaciones de la calle Baltegieta, para asentarse en Andoain, tras un periplo de 145 años en Soraluze, transcurridos desde la implantación de su progenitora y pionera, la denominada “La Euscalduna”.
Para finalizar, es de reseñar la construcción de nuevas áreas industriales, que han propiciado el asentamiento de modernas y potentes empresas procedentes de pueblos cercanos como Irazola y Galvanizados Arrate, u otras de extracción local, como Unamuno, dedicada a la máquina-herramienta, Fer, orientada hacia artículos de ferretería, o Gol, empresa local adscrita al sector tornillero, que comenzó a andar en la década del 60, y que se ha consolidado como la empresa más representativa del sector a nivel local.
Sin duda, los cambios introducidos en el sector en los últimos años, han posibilitado su dinamización, con una industria bien consolidada y mucho más diversificada (actualmente el sector tornillero representa aproximadamente un 40% de la actividad industrial) y un estimable crecimiento del personal empleado en el sector servicios. A todo ello hay que aunar las buenas perspectivas que se ciernen sobre el futuro inmediato de nuestro pueblo con la dotación de nuevas infraestructuras, rehabilitación de diferentes áreas urbanas y rurales, construcción de nuevas viviendas y áreas de esparcimiento, recuperación integral del río, etc., que sin lugar a dudas redundará en la calidad de vida de nuestros convecinos, convirtiendo nuestro querido y especial "txoko", en un lugar lleno de potencialidades y alicientes donde se pueda llevar a cabo un modo de vida atractivo, afable y diferente.